“Algunas veces, cuando mi espíritu se encuentra en una sequedad tan grande que me es imposible formar un solo pensamiento para unirme a Dios, rezo muy despacio un “padrenuestro”, y luego la salutación angélica. Estas oraciones, así rezadas, me encantan, alimentan mi alma mucho más que si las recitara precipitadamente un centenar de veces”.
Sata Teresita del Niño Jesús
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