«Al igual que si uno cae por un precipicio, allí se queda si
es que no le ayuda otro a levantarse, nuestra alma no habría
podido volverse a elevar desde las cosas sensibles hasta la
contemplación de sí misma y de la eterna verdad que se refleja
en ella, si la verdad misma -asumiendo en Cristo la forma
humana- no se hubiese convertido en escalera de redención,
después de la caída de la primera escalera de Adán. Por ello,
nadie, por más que esté iluminado por los dones de la naturaleza
y de la ciencia adquirida, puede entrar en sí mismo para
gozar de Dios, si no es a través de la mediación de Cristo, que
dijo: Yo soy la puerta; quien pasa a través de mi se salvará,
entrará y hallará pastos eternos.»
San Buenaventura
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